jueves, 27 de agosto de 2015

GABRIEL


De: Gustavo L. Ruiz

Era muy temprano, o muy tarde, exactamente las 4 de la mañana. Y Gabriel estaba haciendo un trabajo en su computadora. Gabi, así lo llamaban, era un joven de 27 años, soltero con una larga cabellera y barbita candado, estaba de novio hace varios años con una compañera de trabajo, hace un poco más de un año que vive solo, hijo único, sus padres lo visitan con frecuencia ya que viven a solo dos calles.

Tomando un café y fumando un cigarrillo, es muy fumador, apaga la compu y bostezo de por medio se dispone a ir a dormir. Cuando estaba en el baño, escucha que lo llaman como susurrando su nombre, dos veces Gabriel, Gabriel...Rápidamente sale del baño, y mira por toda casa, como no ve a nadie se asegura que la puerta este bien cerrada y que su computadora este apagada, y piensa.....debe ser mi imaginación...

Cuando se dispone a acostarse suena el teléfono, que a esa hora pareciera sonar más fuerte, debido al silencio total que hay en la casa. Gabriel se exalta un poco y atiende...

Hola, quién es?

Hola, vos no me conoces, no preguntes nada solo te digo que no te duermas y bajo
ningún punto de vista habrás la puerta.

Hola, hola quien sos?

Gabriel se queda pensando, que llamado raro, y realmente no conocía esa vos, era la vos de una mujer anciana o con problemas en la garganta.

Estaba ya un poco asustado. Pero tenía mucho, mucho sueño. Fue a su habitación, prendió un cigarrillo, se acostó y miro el reloj que marcaba las 4 y 15. Cuando termino el cigarrillo, se puso boca abajo, como de costumbre, y empezó a dormitar. Nuevamente escucha su nombre en susurros, Gabriel...Gabriel .Se levanta exaltado, ya con mucho miedo recorre toda la casa con un enorme sable, que siempre guardaba bajo su cama. Piensa en llamar por teléfono a su padre, pero no lo hace por la hora que era, se asoma lentamente a la ventana, corre muy despacio la cortina y mira el patio, pero no vio nada. Entonces dice en vos alta
a ver… fantasmita si me dejas de joder que tengo sueño...

Apaga la luz del comedor, también la de su habitación y nuevamente se acuesta, a los pocos minutos se enciende la luz del comedor. Como dejo la puerta entreabierta, llega a ver unas sombras, como de personas alargadas. El espanto invadió todo su cuerpo. Y  temblando de miedo pregunta con voz temblante...

¿Quiénes son, que quieren?

Y se apagó, sola, la luz, Se levanta lentamente y cierra con llaves la puerta de su habitación.
Muy asustado comienza a rezar y escucha que cantan una canción de cunas, siempre susurrando. Desesperado se acurruca en la cama sin entender lo que estaba sucediendo, cuando de pronto suena el teléfono. Pero el teléfono estaba en el comedor imposible atenderlo, suena y suena Gabriel se empapa de coraje y con el sable en la mano abre fuertemente la puerta, esperando encontrar a alguien o algo, pero nada había .Sorprendido atiende el teléfono y una gruesa voz le dice del otro lado...

Abrime la puerta

Quien habla? pregunta Gabriel...

Y le responden…

Abrime la puerta y me conoceras..

Quien sos? pregunta Gabi

Y le responden…

Si no me abrís la puerta ándate a dormir, que me la abro yo solo..... Y una risa macabra finaliza la conversación.

Gabriel mira la puerta, y lentamente se sienta en el sillón con el sable en la mano y mirando la puerta.

Obviamente se le fue el sueño. Pero nuevamente la canción de cuna sonaba en la casa.
Escuchaba que decían susurrando... dormite Gabriel, dormite Gabriel.

Gabi toma el teléfono para llamar a su padre. Pero apenas levanta el tubo le dicen ABRIME.
De pronto un silencio total. Suena el despertador. Ya son las 7 de la mañana. el sol asoma lentamente, Gabriel abre la puerta y una anciana con los ojos bien celestes le dice....

Gracias por no abrir la puerta., mi marido quería pegarme.

La anciana dio media vuelta y desapareció en la nada.

Gabriel con los ojos rojos de sueño y de miedo, corrió hasta la casa de sus padres y les contó todo.

El padre se toma la cabeza, y le cuenta, que hace unos cuantos años. Vivían en esa casa una pareja de ancianos con un hijo, y que el padre le pegaba a ambos. 

LO HERMOSAMENTE RADICAL


Mi piel se ha puesto más blanca de lo normal últimamente, aun así tras unos lunares rojos dejo salir mi sonrisa, pero no se me quita la cara de serio que tengo. Ahora me pongo la camisa, la dejo suelta sin metérmela dentro del pantalón y para disimular mi cabello despeinado y mi cara mal lavada desde no sé cuándo,  tomó la gorra y me la encajo en la cabeza, y dejo que de mi boca salga en voz baja la frase: “Bueno, ahora si ya estoy listo”.

Un rápido descenso por las escaleras cambia la temperatura de mi cuerpo y eso cambia mi humor (a un humor de perros). Cierro la puerta tras de mí y me siento como un pugilista listo para entrenar los puños dando golpes al viento, y me alejo de ahí dando un suave trotecito para calentar mi cuerpo otra vez, a ver si eso vuelve a cambiar mi humor de esta mañana.

Mi vos tosca raspa mi garganta y al salir pastosa de mi boca pregunto a una extraña si quiere ir al circo a ver las bestias, con cara de indignada se aleja rápidamente de mí lado, y el extrañado soy yo porque lo único que quería era regalarle para la entrada al circo que llego el fin de semana pasado a la ciudad, y en la cual hay un espectáculo que lo denominan “de las bestias” y que a mí por lo menos, me pareció lo más interesante que he visto en cuanto a espectáculos circenses se refiere.

Pero esa chica se aleja como desesperada y al dar vuelta la esquina da un grito de espanto, como sea, lo mejor será olvidarla pronto o volverá mi mal humor. Ahora quizá deba ir por un pan al horno de don Eustaquio, aunque en verdad a él nunca le interesa venderme una pieza de su pan, piensa que soy tan pobre que no me alcanza más que para comprarle una sola pieza de pan. En realidad no me gusta el pan, lo que me gusta es ir al parque, subirme en medio del puentecito y echar migas de pan a los patos que nadan en la laguna del parque, tan simple como eso.

Mientras voy por la calle una extraña me tuerce los ojos, yo me detengo y la miro de frente, la miro y me dan ganas de torcerle los pezones. Luego paso de frente sin decir nada agachando la cabeza, paso de prisa, paso casi escapando de su mirada, paso casi soltando sus pezones, paso y cruzo la avenida como si nada hubiera pasado entre esa extraña y yo. Y el incidente pronto queda olvidado.

Cruzando la avenida aprovecho para entrar al mercado, en realidad nunca compro, lo que en verdad me interesa es ir a ver a la frutera vender sus frutas, me suena lacónicamente encantadora su vos rogona que suelta ante los compradores, paso y repaso por su puesto de frutas, veo sus ricas naranjas, ella me mira no sé qué pero cada vez que lo hace me sonríe, nunca me ofrece nada, será porque sabe que no voy a comprarle, pero siempre termina regalándome una de sus naranjas, será que me la regala a cambio de que siga pasando y repasando por su puesto. Entonces me alejo del mercado y me voy por la calle chupando el jugo de la naranja.

Es terrible pero a pesar que tomo vitamina c directo de la naranja, siento mi garganta inflamada, anoche sude mucho, anoche corrió sudor por mi espalda, anoche, escapar no me dio tiempo para cuidarme ni de la temperatura que me dio. Pero así comienzan todas las enfermedades.

Siempre que paso por el acuario, siento que los peces pasan muy delicadamente cerca de mí, tan cerca que casi puedo sentirlos en mi piel, y siento que sus escamas se confunden con mi piel seca, y que son sus escamas las que caen de mi cuerpo como un polvillo blanco cada vez que me cambio la camisa; el agua del acuario no me gusta, el agua del acuario esta pestilente y verdosa, los peces sufren, me solidarizo con los peces, mi piel de pescado se solidariza con la piel de los peces. Soy un pescado en un acuario sucio y fétido, lleno de tiburones y pulpos con largos tentáculos, me pregunto si los peces del acuario se solidarizan conmigo y por eso me miran con esa mirada tan compasiva desde sus pequeños ojos redondos.

Una extraña con el pelo teñido de rojo mira a medio mundo cerrando y abriendo los ojos, mira sonriendo, mira solamente hombres, mira en medio de la calle parada como una estatua humana, mira como pidiendo algo a cambio, todos pasan de largo, ninguno se queda a sostenerle la mirada, parece que estuviera pidiendo intimidad con los ojos, parece una huérfana, parece una indigente, pero no para de sonreír como una boba, parece una loca, si no la conociera diría que es una libidinosa en busca de algún patán aprovechado, pero su patán y aprovechado soy yo, así que me la tengo que llevar a casa casi a empellones para que quite esa sonrisa de su rostro.

La pelirroja escapo muy joven de la casa de su padrastro y fue a dar a las escaleras muy cerca de mi puerta, desde que la invite a pasar el placer fue su vocación, pero aun y así sigue siendo una desconocida para mí porque se presentó con un nombre ficticio y hasta el día de hoy no ha querido decirme ni su nombre verdadero, ni mucho menos su apellido, ni porque lleva el apellido de su padrastro con una “de” por delante.

Al final eso no me pareció extraño porque mi vida ha estado llena de extrañas, todas las faldas cortitas que he conocido siempre han llevado nombres extraños y solo nombres, como si el resto de su personalidad fuera un anónimo perdido u olvidado en alguna de las esquinas que trabajaban.

Entre otras cosas, al volver a casa, me quitare la camisa, tirare la gorra porque me quedo ajustada, cerrare todas las cortinas, me recostare en la cama y en silencio, con la pelirroja a mi lado, fingiré que es una noche muy oscura y me pondré a dormir.

Mirándola a ella, soñare que los cabellos rojos son pasto y me pondré a masticarlos hasta quedar profundamente perdido entre luces redondas multicolores y no despertare hasta que la pelirroja se haya quedado calva.

DE LA SERIE: LOS RELATOS DE GUALDO
De: Luis c. Torrico

miércoles, 26 de agosto de 2015

LOS GATOS SUELEN SALIR A PASEAR


De: Gustavo L. Ruiz

A Damián le encantaba jugar con Pichu, el gato de la triste y antigua dama de al lado. Así la bautizaron los vecinos a Mirna, una señora cincuentona que vivía sola desde hace mucho tiempo y nadie sabía con certeza su historia. Mirna adoraba a su única mascota Pichu, un gatito juguetón simpático y hasta obediente.

Siempre puntualmente a las 9 de la mañana Mirna llenaba un plato con leche y Pichu acudía a tomarlo todo. Pero esa mañana no vino, ella esperó y esperó y no entro a la casa, se sentó en el escalón de la puerta a esperarlo.

Muchas cosas pasaban por su misteriosa mente « ¿Se habrá escapado?» Pasaban los minutos, las horas y no aparecía Pichu, entonces pensó, «El último que estuvo con él fue Damián¡¡¡me lo mató!!!»

Se levantó enfurecida con la mente llena de cosas raras y fue a lo de su vecino a golpear la puerta, bruscamente dio varios golpes, la noche ya iluminaba el vecindario.

—Pero ¿Quién golpea de esa manera?— se preguntó el padre de Damián

—Soy Mirna, su hijo mató a mi gato con un palazo en la cabeza y lo enterró

— ¿Quee?

Abre enfurecido la puerta el padre y la regaña por decir semejante acusación.

— ¿Cómo es eso de que mi hijo mató a su gato?

—Si, él tuvo que haber sido, fue el último en estar con mi gato, pregúntele— Dijo desencajada la triste y antigua dama.

—Nada tengo que preguntar, Damián es imposible que haga algo así, usted sabe que él es especial.

Damián si bien tiene 17 años su mente es el de un chico de 6, ya que sufre problema de desarrollo, es un buen chico muy querido por todos, muy bueno honesto y prácticamente un inocente chico, como lo son todos los niños a esa edad, es más ni travieso es, su comportamiento es de maravillas, por eso el padre no dudó ni un segundo de su hijo y no le dio nada de crédito a la acusación de Mirna.

—Señora, los gatos suelen salir a pasear— Le dijo y cerró la puerta.

El padre de Damián entró al cuarto de su hijo y lo despertó con cariño para preguntarle del gato.

Y dijo Damián…

—Pichuuu, si yo lo quiero mucho a Pichu...

El padre lo beso en la frente y se fue a dormir. María madre de Damián preguntó que pasaba.

—Nada mi amor nada

Mirna desesperada llamo a la policía.

Y del otro lado del teléfono se escucha…

— ¿Quee? ¿Un gato? ¿Usted sabe que hora es? Y llama por un ¿GATO?

—Señora, acuéstese a dormir, mañana su gatito aparecerá con seguridad. Pues los gatos suelen salir a pasear...

Y le cortaron, Mirna no pudo acostarse, estaba como loca, inquieta, ya había amanecido. Ella quería mucho a Damián, pero en segundos, de ser un buen chico paso a ser un enfermito psicópata.

No dudo en tomar un palo grande y fue a esperar que Damián pase por su puerta, ya que toma el colectivo en la esquina, ni bien lo vio lo tomo por el brazo, Damián no entendía nada y preguntaba.

— ¿Qué pasa Mirnita?

—Vos mataste a Pichu— Dijo enfurecida.

—Pichuu. Si yo lo quie….

Y ¡¡¡PUM!!!, sin dejar que termine de hablar, le acento un certero palazo en la cabeza, y el joven Damián cayo ensangrentado al piso, entonces ella le dio tres palazos más y lo metió en su patio (el patio de Mirna). Fue a buscar una pala diciendo en voz baja «Eso te pasa por matar a mí Pichu, mi Pichu murió vos también, enfermito»

Y cuando pasaba por su puerta vio algo que la desvaneció y cayó de rodillas rompiendo en llanto...

—Dios mío ¿Qué hice?

Y Pichu terminaba de tomar su leche…

PASO POR ÚLTIMA VEZ POR LAS CALLES DE ESTA CIUDAD RENTADA AL COMERCIO Y A LA VENTA

  
Paso por última vez mis pies por las calles de esta ciudad rentada al comercio y a la venta de cuerpos, de deseos, de soledades, de solidaridades de teletón y todo lo que se pueda vender, ya no cabe la idea de pasar por una calle sin ver un negocio, sea éste pequeño o grande. Y al final ya no nos preguntamos por el nombre de la calle para llegar a un destino sino por los comercios que existen a su alrededor.

Y si paso por un aparador lo que veo son enormes televisores plasma donde veo que la vida privada se ha convertido también en una buena oportunidad para hacer negocio, la masturbación es objeto de debate innecesario y polémica infructuosa, ojos y miradas que critican, oídos más que dispuestos a escuchar la vida ajena, me pregunto si  mi masturbación será expuesta algún día de manera tan lamentable.

Toda mi masturbación va aparecer en las páginas de una revista barata. Y se va a borrar la historia de esta ciudad, ya nadie leerá el pasado de esta ciudad, todos se ocuparan por conocer una masturbación como la mía, los tabloides van a reducir la historia lamentable de mi masturbación a unas cuantas líneas sensacionalistas y así flexibilizaran su cargada agenda periodística.

Los titulares más significativos dirán que la naturaleza es loca, y resumirán la vida en una descarga de emociones, y así desaparecerán la ciudad. Los libros serán manuales para reescribir la vida, te enseñaran como guardar tus recuerdos en saco roto y reinventarte en un género único en el que no caben ambigüedades como hombre o mujer, te mandaran al estilista para sacarte más que los cabellos las ideas, te enseñaran a borrar mil veces tu nombre hasta que quedes hecho un fantasma que vaga por las calles sin nombre, con aparatosas tiendas en las que si te detienes a mirar bien, podrás ver reflejado en el cristal de sus mostradores el fantasma en el que te has convertido. Y miraras pasar otros fantasmas muy parecidos a ti buscando la última moda. Y entonces descubrirás en que ha quedado todo este asunto de la ciudad.

La alucinación

Un día me desperté y me di cuenta que la ciudad había desparecido, quise comentarlo con mi mejor amigo, y me di cuenta que tenía que recurrir al móvil para hacerlo, y que si no compraba crédito no tenía derecho a comentarlo con mi viejo amigo de toda la vida, entonces me quede ahí mismo con todas mis ganas de hacerlo.

Me puse a caminar sin rumbo como siempre lo hago, y pensé que no podía tener una conversación divertida y abierta con mi viejo amigo sin que alguien estuviera guardando los mensajes que estaríamos intercambiando, me detuve, me sentí observado, luego pensé que era algo a lo que ya estaba acostumbrado, mire al cielo, busqué una estrella, lo único que vi se parecía un cometa o más bien un satélite, pensé estar soñando, pero no era así solo estaba imaginando, y luego me pregunte ¿qué sería de mí sin mi imaginación?

Luego seguí caminando, me puse a hablar solo, pensé que era la única manera de que no grabaran lo que estaba diciendo, pero luego me entro la duda, me detuve, mire atrás, mire a todos lados con ojos desconfiados, puse las manos en los bolsillos del pantalón y sin saber que más hacer seguí caminando murmurando secretamente lo que en mi cabeza estaba hablando.

Fin de la alucinación

Solo quería caminar tranquilo con mis manos en los bolsillos, pero de pronto llegaron los grandes aparadores que distraen y la música que sale de las tiendas, me perturbaron esas ruidosas publicidades que aparecen en esas enormes pantallas colgadas en las grandes paredes.

Hay un menú para todo, uno para vestirse, otro para comer, otro para ver la tv y otro para sustituir el amor por el sexo, no puedo negar que este último me pareció el más salvaje. Al llegar a una avenida más o menos vacía y tranquila, recogí un pedazo de papel que al parecer era el retazo de la hoja de un libro de historia que a la letra citaba una fecha histórica de hace muchos siglos atrás, pero como era un retazo solo se podía leer frases cortadas sin acabar, y pensé que en eso había quedado reducida la historia de la ciudad, decidí recoger el papel, ponerlo en mi bolsillo y llevármelo conmigo.

Seguí sin rumbo, tuve miedo de olvidar ese pequeño pedazo de papel que llevaba en el bolsillo o de confundirlo con un pañuelo, tanto miedo me dio hambre. Los menús estaban tan caros que preferí comer con los ojos y no con la boca, bastaba detenerme un par de minutos delante de un aparador para hacer eso.  

Luego de eso seguí mi camino sin ningún rumbo.


DE LA SERIE: LOS RELATOS DE GUALDO
De: Luis c. Torrico

lunes, 24 de agosto de 2015

EL GATO ESTÁ EN EL SUELO


El gato está en el suelo, lo sé porque esta al lado mío parado sobre sus cuatro patas, es un gato negro descolorido por el sol, me pregunto si yo también estoy descolorido, pero tengo más gatas que ganas de levantarme del piso, aunque este duro el pavimento.

Anoche cuando me caí de mala gana sobre el pavimento perdí las ganas de que me sigan doliendo las caídas de la vida y me quede dormido. La vida es un despilfarro por eso yo la desperdicio desde donde estoy echado, el último despilfarro suele ser la muerte o las ganas de seguir viviendo, depende que te llegue primero.

El gato me mira con ojos de discurso, yo lo miro de reojo como diciendo: no tengo ganas de hacer un mayor esfuerzo, el gato y yo somos callejeros, con excepción que el gato no bebe, ni duerme de día, el gato sólo come porquerías, en eso nos parecemos, el gato es penoso, vive una cíclope decepción; la vida lo eligió para que viva, coma y duerma en la calle donde en realidad nadie muere, y esta destinado a vagabundear por callejones y tejados. El gato pasa a ver ceremonias fúnebres, competencias pedestres y otros desatinos urbanos que debe de soportar. Lo que no esta obligado a hacer es; usar elementos-nocivos-alucinógenos para su organismo, por lo tanto no ve visiones como yo, el gato contempla la realidad, es un gato astuto y puede intuir el peligro, yo en cambio me entrego al peligro cada noche, aparte de que tiene siete vidas, en cambio yo sólo tengo una mala vida.

Un día de estos le diré al gato: “nos vemos en la muerte” pero me quedara la duda si realmente nos volveremos a ver ahí. Es un gato muy sañudo, se ensaña con la muerte pero a la vez mira la vida con indiferencia, las tardes mientras se oculta el sol y él está parado en algún tejado, desde ahí mira la vida y luego se pone a lamer una de sus patas como quien deja de lado algo que verdaderamente no tiene la menor importancia.

Quisiera pasar la vida en un tejado, encontrarle más sentido a la espuma de la cerveza que estar vivo y reírme de los dolores de la vida, pensar que todo será efímero como la vida de una mosca en un basurero y acabar en el estómago del gato que visita los basureros.


DE LA SERIE: LOS RELATOS DE GUALDO
De: Luis c. Torrico


viernes, 21 de agosto de 2015

NOTA 1


De: shatter

Se levantó como siempre lo hacia, de un salto para no volver a dormirse, pues si lo hacia perdería el examen más importante de todos. Tras haber hecho la rutina diaria de lavar su cara, cepillarse los dientes, desayunar y demás salió a la calle con mucho entusiasmo camino hasta la estación de trenes.

Al llegar vio unos niños que correteaban de un lado a otro mientras su madre despreocupada charlaba con alguien sobre algo. Escuchó la marcha del tren acercarse y camino hasta el andén a esperarlo.

En ese mismo instante uno de los niños tropezó haciendo que perdiera el equilibrio y se cayera a las vías del tren.

Salto de un susto fuera de la cama, con mucho sudor y pulso acelerado. Al mirar la hora del celular comprobó que era un mal sueño, se dio la vuelta y volvió a dormir.


MÍRALE


Mírale, en una puerta deposita su mala gana, y lo critico a él como si fuera un espejo, su pequeño cuerpo me recuerda al mío la última vez que me vi en un espejo, -espejo, espejito, ¿qué estarías haciendo?- seguramente en ese su cuerpo echa alipúses desde el jueves y entrado el fin de semana echa otros líquidos a su organismo acompañados de anfetaminas, y llegado el lunes por la ventana de la madruga echa una cerveza para calmar la verdadera sed, que es desenfrenada como la fe, yo lo haría así, si aún pudiera.

Luego advierto el lunes en sus ojos, con tanta agonía que quiere llorar, así son los lunes, síntoma del lunes es estar agobiado, adormilado y hecho trizas hasta más no poder; con razón descansa sobre una puerta como huérfano sin casa, como pájaro sin árbol, como dueño vagabundo sin mascota. Miro sus ojos y miro el lunes, y veo en el lunes la miseria de la vida, sueño o pesadilla, más miseria que el lunes no puede haber. Y más miseria que escribir sobre el lunes, no puede ser más miserable el desperdicio.

El lunes es un grito miserable, él es un grito miserable, su flojera, su no importismo me producen tristeza, me hace sentir frio en el cuerpo,  me hace navegar sobre mi propia pobre existencia. Saco una cajetilla de cigarros para calentar mi cuerpo, siempre es mejor meditar con un cigarro en las manos, al menos así te convences a ti mismo que lo estás haciendo aunque en realidad estás pensando en otra tontería que no sea tu propia vida. El cigarrillo es un vicio menos inaceptable que pensar, -ahora tengo ganas de beberme un alipús junto a mi cigarrillo- esa enfermedad que se llama vida te llena de deseos más que de vicios, y eso en verdad es lo decepcionante, lo otro es aceptable.

Mírale como mira el suelo, como si buscara en la sombra la silueta de una muchacha de reformatorio de la cual se enamoró perdidamente; esta clase de perturbados en verdad me enferman, parecen tan inocentes, parecen tan serios. En verdad que me enferma y termino aceptando la idea de que en realidad no se parece en nada a mí, excepto en que para olvidarse de su vida y sus decepciones se aferra a un rincón de la puerta.


DE LA SERIE: LOS RELATOS DE GUALDO
De: Luis c. Torrico


jueves, 20 de agosto de 2015

EL AMOR Y LA FELICIDAD CREAN DUDA EN SUS IMPRESIONES


El amor y la felicidad crean duda en sus impresiones. No me mires con esos tus labios de mujer porque con esa mirada colorada me matas. El aspecto de tu boca parece ají, no me mires, no me metas más dudas.


DE LA SERIE: LOS RELATOS DE GUALDO
De: Luis c. Torrico

miércoles, 19 de agosto de 2015

DÍAS IMPERFECTOS EN UNA CIUDAD CARÍSIMA


No voy a hablar del plan de robar porque salió mal, me senté junto a una tartamuda que se esforzaba en leer un tonto libro de trabalenguas toda la tarde, le sonaba el móvil pero no hacía caso, al parecer era más sorda que muda o más tonta que sorda, era insegura, cruzaba las piernas y cuando sentía que se las miraba, me miraba de reojo y descruzaba las piernas, era algo lerda para sacar el papel y el bolígrafo cuando quería tomar nota de algo que había intentado leer pero no podía,  no era capaz de hacer una nota grabada en su móvil aunque le hubiera resultado más sencillo, era tímida pero cuando miraba lo hacía con mucha desconfianza, casi desafiaba con la mirada, era necia, no se retiraba a pesar que le devolvía las miradas dirigidas a sus piernas, era antipática, le pregunte un par de cosas y nunca respondió, solo miraba, como no podía hablar bien parece que quería ladrar pero en realidad solo intentaba decir una palabra corta para decirlo todo.

Nervioso porque se ponía a buscar papel y bolígrafo toda atolondrada y torpe, quise prestarle mí móvil apretando el micrófono en la opción de notas, pero el sol daba en la pantalla y no podía ver claramente, y entonces pensé que todo era un presagio de un mal día en aquella ciudad tan cara, llena de gente antipática y mujeres como esta, que miran con desprecio, no responden cuando se les pregunta y hacen gala publica de sus defectos, y no me refiero solo a los defectos físicos.

El sol es terriblemente peligroso en una ciudad tan alta como esta, vine a contraer alergias que no puedo calmar porque no tengo una receta para surtir en una farmacia, y no tengo receta porque una consulta médica me sale sumamente cara y no puedo pagarla porque ya el dinero se me está agotando rápidamente. Y es que en esta ciudad, apenas uno cambia un billete el resto no le sirve para nada como no sea comprar unos dulces que además terminaran arruinando mi dentadura muy pronto.

Alimentarse de dulces en una ciudad tan cara con un sol tan vivo no es nada bueno, el calor es tan intenso que quema mis mejillas y me produce dolor en la cabeza, y en los ojos cuando miro a mi alrededor. Comenzando a planificar ya el día de mañana pienso que lo mejor es levantarse a las 4 de la mañana cuando el sol aún no ha salido, buena hora para comenzar a deambular por calles y avenidas mientras intento distraer el hambre, el único problema son mis zapatillas deportivas que ya están muy gastadas, tanto que al pisar ya siento el piso, y temo que en una de mis salidas se vaya a agujerear de algún lado de la planta, o se vaya a descoser de alguno de sus costados, entonces si estaré en problemas porque aparte de no poder pagar la reparación me quedare sin zapatos.

Tendré que subir al bus y pasear sentado viendo el paisaje desde la ventanilla, viendo la gente engullir sus apetitosos desayunos cómodamente sentados en esos restaurantes a los cuales no puedo entrar, y quizá busque un pedazo de dulce en mi bolsillo para irlo degustando el resto del camino para falsear a mi estómago una vez más, pero ahora recuerdo que los únicos centavos que tengo no puedo gastármelos en el bus porque los estoy guardando como oro para poder comprar unos cuantos dulces más, tal vez deba vender mi móvil para tener un poco más de dinero por algunos días más y hasta podría comprarme otras zapatillas deportivas en algún mercadillo o entrar a uno de esos restaurantes a comer unas donas y una buena malteada y hasta dejar tres centavos de propina, total que con el móvil en mi poder es poco lo que puedo hacer, no puedo recibir llamadas porque no tengo crédito para comprar una nueva sim card, tampoco puedo usar mucho sus aplicaciones en red porque en esta ciudad hay pocos lugares con WIFI abierto, al final, lo único para lo que me sirve es para ir apuntando relatos patéticos como éste y que al final no verán la luz más que del sol que le da encima a la pantalla del móvil.

Después del desgaste de mis únicos zapatos y de haber visto edificios, casas coloniales, plazas, monumentos y mujeres, creo que lo mejor que puedo hacer es irme, tomar mi mochila como única pertenencia y caminar por el asfalto hasta que las calles dejen de ser calles, hasta que el asfalto de la calle se convierta en asfalto de carretera y hasta que el asfalto caliente empiece a sentirse dentro de mis zapatillas; y descubriendo algún agujero en la parte más blanda de la planta me tenga que quedar varado en alguna estación o en la orilla de una carretera, mirando los carros pasar, esperando a que uno de ellos pare y quiera llevarme a que importa dónde lo que importa es que quede lejos muy lejos de esta ciudad tan cara en la que no puedo ni siquiera sobrevivir, lejos muy lejos de sus restaurantes  que parecen más estantes de una vida que no puedo tener y de sus calles olor a comida cara, lejos muy lejos de sus licores en botella de vidrio muy bien precintada con precio subido por la espuma, lejos muy lejos de donde la ostentación se derrocha en vestidos de alta moda y mujeres vestidas con alarde de película Hollywoodense. Sí, lejos muy lejos de la ciudad, sus mujeres y otros vicios que no son los míos.

DE LA SERIE: LOS RELATOS DE GUALDO
De: Luis c. Torrico 




sábado, 15 de agosto de 2015

LLORARE RECORDANDO AQUELLAS MIS LÁGRIMAS


Quiero llorar en una bolsita de plástico, cerrar bien la bolsita y luego irla a dejar al mar para que se vaya con la marea. Luego iré recordando la bolsita a momentos; cuando este frente al espejo de mi peinador alisando mi cabello con la peineta, me quedare mirando fijamente mis ojos en el espejo y recordare aquella bolsita que se ha llevado mis lágrimas muy lejos, quizá termine sintiendo nostalgia, quizá lo olvide pronto.

También la recordare cuando revuelva la sopa intentando tomármela aunque no quiera hacerlo, mientras vaya haciendo remolino con la cuchara, vendrá a mi mente aquella bolsita en la que deposité mis lágrimas. Y quizá se hunda mientras recorre el mar y vaya a perderse entre piedras y peces que terminaran enterrándola en el fondo, como se entierra una vieja pena.

Si la bolsita llega a tierra firme entonces mis lágrimas se abran salvado, y aquella manifestación de mi dolor se perpetuara en el tiempo. Me siento conectada con mis lágrimas encerradas en aquella bolsita donde quiera que se encuentren, quizá la bolsita haya reventado y mis lágrimas hayan ido a parar al fondo marino, quizá un tiburón se las haya tragado y también se haya puesto a llorar sintiendo mi dolor.

Lo más acertado es pensar que aquellas mis lágrimas en la bolsita, únicamente sobrevivirán en estas palabras y que cada vez que vuelva a leerlas, llorare recordando aquellas mis lágrimas, aquel mi profundo dolor.


Nota: Con este relato se da por concluida esta serie de: LOS RELATOS DE ELEONORA de Luis c. Torrico.

viernes, 14 de agosto de 2015

LO QUE NO DICE LA APP DE TIEMPO


Lo que no dice la App de tiempo, es que la lluvia será hermosa, que arruinaré mis zapatos caminando entre charcos y barro, que dejaré las huellas de mis converse en el barro húmedo y arrastraré la basura sobre el pavimento aún mojado. Lo que no dice la App del tiempo es que camino con las manos en los bolsillos de la chaqueta, con los hombros encogidos y el cuello metido, con la capucha puesta sobre mi cabeza y debajo mi cabello todo enredado saliendo por todos los lados (al final mi cabello quedara mojado). Lo que no dice esa App es que estaba un poco ebria, caminando sin rumbo, con los ojos vidriosos y que al final me puse a buscar un bar de locos donde todos estaban bebiendo como descosidos y yo tenía sed de unirme a ellos mientras caía la preciosa lluvia.

Me gusta ver desatarse la tormenta desde adentro de un bar mientras estoy tranquila disfrutando con una copa de trago en mi mano, existe tanta calma dentro de un bar mientras cae la lluvia y la gente corre despavorida para protegerse en algún lugar, las gotas de lluvia se estrellan por miles encima del cristal de la ventana (al estrellarse el ruido que hacen parece el de miles de agujas cayendo de punta sobre el vidrio) luego el cristal se empaña y las gotas de lluvia comienzan a chorrearse hasta perderse en algún borde de la ventana, relampaguea un rayo encendiendo el asfalto de la calle, luego se escucha caer el ensordecedor trueno y la gente corre como escapando del infierno, y yo me carcajeó dándole un sorbo a mi copa. 

Lo que la App del tiempo no dice, es que en un bar bajo la lluvia me siento en el mejor de los lugares, por eso mientras voy caminado bajo la lluvia, con mis ojos vidriosos y mis manos en los bolsillos, voy buscando de reojo algún paraíso terrenal donde ponerme a disfrutar tranquilamente de un trago mientras disfruto del esplendoroso espectáculo torrencial.


DE LA SERIE: LOS RELATOS DE ELEONORA
De: Luis c. Torrico 



jueves, 13 de agosto de 2015

DAN GANAS DE VOMITAR, APESTA (o el nacimiento de Eleonor)


Salgo a vomitar a la calle, si hubiera sido anoche quizá nadie lo notaria, ahora es medio día y el sol asquea más que un vomito dejado en medio de la calle, siento adormecido el estómago y mi boca está hecha mierda, necesitaré un chicle después de esto.

Anoche me perdí entre pensamientos suicidas y alcohol, beber con arrepentimientos de por medio ya no me parece tan interesante, quizá me puse a llorar sin remordimientos, ya me ha pasado; quizás solo grité y grité desaforadamente, o tal vez confesé mis pecados más lerdos en voz alta cosa que no debo hacer porque en definitiva, aburre. Lo más probable es que, solamente me puse a tomar vaso tras vaso hasta quedar adormecida. Y ahora como resultado salgo a vomitar todo lo bebido.

No entiendo porque la gente que pasa a mí alrededor me arranca la ropa con los ojos, a veces recibo cachetadas que son miradas, y es que descargan su furia en mi cara tan solo mirándome. Si con mirarte la gente produce tanto dolor, deberían de mirar solamente a las palomas que echan su excremento en plena plaza y nadie dice nada.

Tengo el gran deseo de esconder mi cara por 300 años y no mirar ni al viento, pero pronto extrañaría el alcohol, la música estridente, los cigarros, mi espejo, los gritos de mi madre, la amargura de una muerta que nació junto a mí pero que parece estar más viva de lo que yo lo estoy, como sea, ahora estoy nauseabunda, me tambaleo por la vereda, me duele la cabeza, posiblemente vomite nuevamente unas cuadras más adelante.

Sólo sé que me siento nauseabunda, esto asquea, el sol asquea, la gente que mira también asquea, vomitan miradas de asco, vomitan falso moralismo, mejor me alejo de esta peste nauseabunda, y no me estoy refiriendo a mi propio vomito.

Estoy pensando en tu cara, me gusta estar con gente cansada, ellos no te juzgan, ellos no te desaprueban, ellos simplemente se ocupan de su dolor físico y llegan a ocupar tu dolor con su dolor, aunque el tuyo no sea un dolor físico, amo a los enfermos porque ellos no tienen tiempo para mirarte, ellos simplemente sufren al igual que tú, amo los hospitales, los asilos y las morgues, amo las privaciones. Odio el dolor ajeno, ese que te mira con odio, ese que te mira con asco, ese dolor que se ensaña con la juventud, ese dolor que no entiende y te grita “malcriada o malcriado” como si tu comportamiento no fuera resultado de la educación que recibiste de ellos, de esa generación que hoy odia y se ensaña con la generación que ha parido y criado, odio esa clase de odio. Y a la vez odio mi resentimiento.

Amo las relaciones que terminan limpio, a gritos pero vuelven a la cama, quisiera regalarles unos billetes a esos que se gritan en frente mío para que se vayan a un hotel; busco en mis bolsillos y no encuentro nada de dinero, como siempre me lo he gastado todo anoche. Ahora tendré que deambular, sin dinero, medio tambaleante, con cara de espectro y nauseabunda.


II

Me siento frágil, después de 5 o 7 caídas en el asfalto tengo miedo de caerme, sobre todo en mi propio vómito, miro hacia atrás y veo que lo he dejado dos o tres cuadras atrás pero aun así tengo miedo de caerme sobre él. Respiro profundamente para no caer en estado de nauseas nuevamente, me siento fría, seguramente ya me he puesto blanca como el papel y me estoy doblando en dos por una fea sensación que sube desde la boca del estómago, no sé si aún estoy ebria o es un mareo, pero siento que en cualquier momento me iré otra vez al suelo, me siento débil, me tambaleo, tengo la necesidad de sujetarme de alguien, necesito una mano, trato de volver atrás, debo volver al bar, ahí encontrare miles de manos para sujetarme, lo que menos me importa ahora es que alguien me meta mano.

Me desespero, tengo la garganta obstruida y mis ojos inundados de lágrimas, estoy desesperada, carraspeo, me viene una tos, quiero devolver pero no puedo, trato de respirar una vez más, esto parece un trabajo de parto, (que pensamiento más absurdo) no sé qué hacer ahora, nadie me ayuda, todos me miran pero ninguno me da una mano, quiero sentarme en el suelo pero temo caerme de espaldas, siento un raro antojo de beber un poco de cerveza, quizá así se me pasarían los vaguidos y superaría este mal momento. Ahora intento calmarme, intento respirar profundamente, me inclino, siento ganas de orinar, estoy en plena calle, trato de recuperarme, sé que nadie me ayudara, paso la angustia, me enderezo, intento seguir mi camino, tal parece que ya ha pasado todo. Siento calambres en el vientre, doy unos cuantos pasos cortos, se me ofrece llorar pero a nadie le voy a dar el gusto, mejor sigo mi camino.


III

Tengo a Eleonor la de los cabellos tristes, reflejada en un charco de agua, acabo de darle ese nombre, acabo de descubrirla después del vómito, ella nació en ese momento, yo le di vida y ella me dio vida a mí, ella es Eleonor la que estaba buscando, entre tanto alcohol y tanto deambular sola, era ella y ahora la descubrí.

Fue un maravilloso encuentro. Fue ella Eleonor.

Era Eleonor la que faltaba, la que no estaba entre los otros.


DE LA SERIE: LOS RELATOS DE ELEONORA
De: Luis c. Torrico 



Loukass - No le Reces al Sol







miércoles, 12 de agosto de 2015

MIS SESIONES CON LA LOQUERA

  
   
Ven, toma asiento conmigo, vamos a hablar, cuéntame tus sueños, háblame de tus traumas. Grita, patalea, llora, ven no te vayas, aun no te he abrazado, seca tus lágrimas y comencemos otra vez…

Hace poco descubrí a la intérprete de mis ficciones y pesadillas en el espejo, ella me dijo: mírame profundamente a los ojos, y yo la miré.

-aguanta la respiración un rato, y yo la aguanté.

-cántame aquella canción que cantas en las noches mientras te acomodas en posición fetal abrazando tus piernas en tu pecho, y yo se la canté.

Luego ella dijo; “cálmate y comienza otra vez” y cada noche lo mismo. Al final, las dos acabábamos calmadas en la cama, las dos con nuestras piernas abrazadas en la barriga, cantándonos.

_____________
Al día siguiente, me levanté tranquila, como siempre me perdí el desayuno, ese era mi soberano gusto, nada inaudito, nada de otro mundo excepto para esta familia.

Y luego ella estaba esperándome en el espejo, nos miramos por un instante a los ojos sin decir nada, sin buscar nada en la otra, nos acercamos sin pretender nada en absoluto,  lo triste era saber que estábamos vacías. Para intentar llenar nuestro vacío, nos confundimos en nuestras pupilas por un momento, y antes de perderme por completo en sus ondas pupilas, ella dijo:

-Luego de acompañarte desconsoladamente todas estas noches, voy a leerte mis conclusiones:

Alguien arruinó nuestra vida el momento que nacieras, en las noches es cuando se acrecienta más tu ansiedad y te sientes terriblemente enferma y asqueada de la vida, pero siempre es de noche para ti, has bajado las persianas de la vida y has llegado hasta aquí para ocultarte de todo y de todos, matas el tiempo llenando hojas inútilmente, en realidad lo trágico y patético de tu vida nadie lo sabrá porque nadie leerá entre líneas, entre el vacío de las páginas y las palabras que escribes inútilmente. Pero, ¿Cuánto dolor te tragas en silencio? Es difícil saberlo, tus arranques de furia, tus lágrimas y lamentos no dicen nada porque quedan entre las cuatro paredes de tu dormitorio, todo te lo tragas en silencio, todo lo llevas muy dentro de ti y lo cargaras contigo  hasta el final de tu vida.

Eres una bomba de tiempo, reventaras llevándote a ti misma, eres tu propia terrorista, combates tu pequeña pérdida y cada día recibes un revés de la vida; vistes un poema triste todas las mañanas y lo sales a combatir a la calle, a sabiendas que perderás y que volverás cubriéndote el rostro con las manos, tragándote las lágrimas de pura rabia. Pero aun así eres irreverencia consumada, y así sales de casa, y así caminas por las calles solitaria, y así pasas hambre, y aun así subsiste tu silencio.

Pequeña suicida, a nadie le interesará si te apareas como una loca sin esperar nada a cambio, a nadie ya le dolerá si te embriagas y pierdes el sentido, si deambulas por las calles con los ojos vidriosos y llorosos, o solamente si vas aguantando la resaca con la garganta seca bajo el sol de la mañana, estas matándote a medias y por eso voy a hacer algo por ti.

Ha llegado y es el momento, de soltarse, voy a caminar junto a ti a la vereda de este camino que llamamos vida. Voy a andar contigo donde siempre es de noche, con tus ojos de ebria voy a deambular siempre a tu lado y en el frío, sin rumbo. Buscando un precipicio vamos a arrancar puro lamento del silencio, vamos a perdernos caminando largas horas hasta sacarnos el miedo de vivir, y caminaremos hasta temblar de frío, hasta sacarnos ampollas en los pies, hasta que nuestras penas se vuelvan invisibles y como dos insensibles dejemos de sentirlas.

Y cuando lo encuentre, no dudare en seguir adelante, simplemente voy a cerrar los ojos y voy a soltarme de tu mano para caerme.

Voy a caerme, voy a caerme, muérete conmigo.


DE LA SERIE: LOS RELATOS DE ELEONORA
De: Luis c. Torrico  

martes, 11 de agosto de 2015

SOY UNA MEZCLA DE JUEGOS Y DESEOS


Soy una mesa caliente, una mezcla de juegos y deseos, soy una preñada de ardores, soy unos pechos llenos, y son tantos mis anhelos en este momento…

Amarrada en un biombo, desde ahí veo tus botas lustrosas, tengo mis rodillas tapadas por mi ropa interior y mis nalgas desnudas. Mi espalda esta fría, esperando tus azotes, no me dejes tan fría, déjame colmada, calmosa, satisfecha, ebria de dolor, porque esta necesidad incontenible que tengo no cabe un minuto más dentro de mi ser.

Yo era tan pasiva, tan miserable, tan poco humana. Hoy soy tan distinta; he dejado de tener miedo, he dejado de pensar en mí, he sentido el sabor de la sangre, he aprendido a convivir con la sangre y me parece que he aprendido a vivir de una manera más digna que antes.

Ahora quiero perder mi voluntad en tus azotes, quiero caer por voluntad de tus brazos, quiero asomarme a ver solamente la punta de tus botas y que tú me mires hacerlo. Quiero mirar tus botas demostrando severidad y determinación mientras me llegan tus azotes.

Quiero sentir tu fuerza, tu alegría, quiero que te regocijes con mi entrega. Quiero que mi cuerpo sea todo un festejo en tu honor, mi cuerpo es tu mesa servida, sírvete de ella, en mi cuerpo te puedes divertir con todos tus deseos, lléname de ti, demuéstrame tu juego, rompe la carne, lléname de tus deseos, sácame todos los dolores afuera, exorcízame, corrige mis errores como el de haber nacido, amánsame, y déjame los pechos llenos de un dulce dolor que me haga sentir tan viva como un ángel, fórjame en cada azote, moldéame con tu fuerza, hazme a tu voluntad, quiero ser otra.

Quiero ser ella a la que diste un nombre, aquella que concebiste, aquella a la que diste de beber de tus pechos, la que creías que estaba muerta. Soy la que resucitaste a golpes después de su agonía, quiero sentir el implacable placer de tu látigo en mi piel, abre un surco, deja que la sangre encienda la pasión, empuña bien tu látigo, golpea una vez más que aun mi espalda reclama por ese chasquido que producen las puntas de tu látigo al quebrar la piel.

Reclamo sentir tu fuerza, tu exaltación, tu poder. Porque quiero ser capaz de sentir al menos dolor y así poder sentirme viva.


DE LA SERIE: LOS RELATOS DE ELEONORA
De: Luis c. Torrico 


lunes, 10 de agosto de 2015

ESTOY ENAMORADA DE MI ENEMIGO NÚMERO UNO



Al final todo salió mal, se suponía que tenía que odiarlo por lo que me hizo, y de hecho lo hice, bueno al principio, lo aborrecí como nunca antes, el día que me dejó lo maldije y lo injurié ante mis amigas y amigos, jure hacerle tragar tierra y hasta ahora no he tenido la oportunidad o no me he atrevido a hacerlo.

Cuando por alguna desgracia tengo que hablar de su despreciable persona me refiero a él como ese “bueno para nada”, muchos de mis examigos dicen que él no tiene la culpa por completo, pero para mí él es el fondo del problema, para mí sí tiene la culpa de todo y completamente, él se equivocó, él siempre se equivoca, tenía que ser hombre.

Después de seis días de habernos conocido y al final de haberle entregado 3 años de mi vida, él me dejó y ese fue su terrible error, echar al basurero todos los años que teníamos juntos lo ha convertido en mi peor enemigo, porque ha destruido mi futuro y el suyo, y no sé si lo odio más por mí, por él o por ambos, no sé si le tengo lástima. Sólo sé que lo odio y lo odiaré el resto de mi futuro.

El sólo recordarlo me produce migraña, su nombre me enferma, las rolas que le gustaba compartir en mi muro de Facebook me producen nauseas, quise quitarlas pero no pude; desde siempre he odiado su horrible peinado, pero en cambio acariciar su pelo me producía tal encanto, y su aliento me hace tanta falta, que no sé…

Él es el enemigo y estoy cansada de ese estúpido, si ya me manché la boca hablando mal de él entonces lo seguiré haciendo, ya lo injurie de mil maneras y lo seguiré haciendo hasta cansarme. Cuando se tiene un enemigo así es para toda la vida, lo miraré con rabia, escupiré al pasar por su lado, mis ojos se llenaran de sangre si él me mira fijamente a los ojos y la sangre me hervirá por dentro, y si provoca mi furia, no hay nadie quien me detenga en este mundo, descargaré sobre él toda mi furia. El bien lo sabe porque me conoce como nadie.

Yo no soy condescendiente con nadie menos cuando se trata de mi enemigo número 1, mi única motivación es acabarlo, así como el acabó con mis esperanzas, mi único fin es odiarlo sin compasión. No quiero verlo más, lo quiero lejos de mí. Ya no tengo miedo como en un principio, ya no me siento vacía, al contrario me siento fuerte, me siento poderosa para enfrentarme a este mi enemigo, y sé que puedo hacerlo; pero a pesar de eso mi corazón no tiene la misma fortaleza para combatir en contra de mi enemigo, porque a pesar de todo a este que es mi enemigo número 1, lo sigo amando.

DE LA SERIE: LOS RELATOS DE ELEONORA
De: Luis c. Torrico 

domingo, 9 de agosto de 2015

UN PAR DE CONSEJOS PARA IR A LA TIENDA DE ROPA


I
Cuando vayas a una tienda de ropa, tomate selfies en el vestidor con toda la ropa que sabes que no vas a comprar.


II
Nunca compres la falda o el pantalón que viste en la telenovela o en la teleserie, esos solo le quedan a la protagonista y tú no eres la protagonista, tú eres de carne y hueso.

DE LA SERIE: LOS RELATOS DE ELEONORA
De: Luis c. Torrico  

miércoles, 5 de agosto de 2015

YO NO TENGO TALENTO, Y ELLA TAMPOCO


Yo la veo bailar con su delgada figura, la miro de puntillas girando como la figura que da vueltas en la cajita de música. Para ella la cajita de música es un set de televisión, para mí la pantalla del televisor es donde pasa su patética vida mostrando su armonía danzante, nada excepcional, así que cuando me aburre cambio el canal de televisión para ver el canal de dibujos animados que tanto dicen que le gusta a ella, y cuando eso también me aburre, porque solo me hace recordarla dando vueltas de puntillas, entonces salgo de casa y me voy de compras.

En la tienda de ropa, busco prendas ceñidas al cuerpo, una por una me pruebo cada prenda, cada blusa, falda o pantalón, pero cada vez que modelo en frente del espejo con esas prendas solamente llego a una conclusión; que yo no tengo talento para vestir bien la ropa. Serán mis piernas, será mi pequeño busto. Pero ella ni siquiera tiene busto y aun así le queda bien la ropa cuando la modela, el caso es que yo para eso de la ropa, el buen vestir y modelar no tengo ningún talento. Y al final me vuelvo a casa sin haber comprado nada en absoluto y me quedo pegada a la pantalla de televisión para no pensar en nada, aunque lo este pensando.

Ella tiene piernas de contorsionista, pero eso no es suficiente para decir que tiene talento, es rubia y pálida, exagera sus mímicas y sus muecas pero eso no es talento, sus muñecas las mueve de tal manera que sus manos parecen abanicos en el aire pero no aplauden cuando la aplauden porque ese no es su talento, dicen que no estudia y solamente baila, ser tonta y retrasada no creo que sea su talento.

Yo no soy ni más alta ni más gorda que ella, pero no sé bailar y tampoco se vestirme bien. A veces me visto de tal manera que parezco más un chico que una chica, y a veces ni me visto, solo me quedo mirando la ropa porque sé que no me queda, a veces tengo que recortar los pantalones para que no se vean más largos, a veces tengo que meter unas puntadas a los costados de las blusas para que se ciñan a mi cuerpo y a veces tengo que romper la ropa y echarla al basurero para no sentirme tan frustrada después de haberla arruinado.

Por ese motivo, a partir de ahora he decidido que, cuando tenga que ir a comprar ropa, mejor me quedo en casa viéndola a ella en la televisión. Lo que me consuela es que ella tampoco tiene talento para lo que está haciendo, aunque digan lo contrario. Y me quedo en casa porque odio ir de compras.

¿Por qué odio ir de compras?
Porque nada me queda.

DE LA SERIE: LOS RELATOS DE ELEONORA
De: Luis c. Torrico 


martes, 4 de agosto de 2015

DESCRIPCIONES

I

Esta chica es espesa, dura y áspera, lo digo por su carácter, a parte es terca e histérica a la vez; es carente de hambre y por ello es raquítica, no se peina y si lo hace queda peor.

Tiene los costados de su dorso aplanados y las caderas puntiagudas, su trasero es abultado, parece que estuviera rellenado de algodón, cuando lleva los jeans puestos parece el trasero de un hombre viejo. Sus piernas parecen dos palos ensebados, sus pies en cambio son planos y están descalzos todo el tiempo, parece que fueran parte del piso de mi dormitorio. Definitivamente esta mujer es una muñera, pero mal hecha.

Su cara alargada, sus ojos fijos casi rasgados con la mirada perdida todo el tiempo, sus orejas sobresalen, sus labios se entran a la boca, quijada metida, frente amplia con unos cuantos pelos cortos parados; finalmente su cuello alargado, con unas manchas que más parecen marcas de una estrangulación.

En fin, mejor dejo de mirarme en el espejo.

Esto da pánico y asquea, mejor salgo a buscar algo mejor que ver…


II

Traje una chica fácil a mi dormitorio, quería verla, así que le pedí que se desnudara, lo hizo sin complejos pero primero me pidió que le pagara.

Nariz prominente, con una arruga en medio, patitas de gallo en los ojos, rostro cansado inexpresivo, frente levemente fruncida, ojos hundidos, orejas apenas visibles por debajo de su melena que más bien parece una peluca. Y me digo a mi misma:

“Esta chica ya no es tan chica, mucho maquillaje encima”. Pero me gusta, quizá porque es alta y morena, tiene el trasero parado y hacia arriba, que envidia, axilas bien depiladas y coño apenas arreglado por los costados, entrepiernas bien gruesas y muslos firmes. Piernas largas.

Fuerte, alargada, brazos vigorosos, espalda bien tallada, costados gruesos más bien rollizos, pero de un porte bien firme. Repaso una vez más esas zonas invariables de su silueta, no encuentro sutileza, encuentro rigidez, pero no resistencia sino más bien disposición de su parte. Y entonces le hago el amor.


III

Esta chica es desesperante en la cama, pero es más desesperante y deprimente verme en el espejo.



DE LA SERIE: LOS RELATOS DE ELEONORA
De: Luis c. Torrico  

lunes, 3 de agosto de 2015

TÚ Y YO, EN LOS BRAZOS DE ELLA


Tú y yo, mi amante perfecto, en los brazos de aquella, caímos embriagados después de tanta cerveza, y con certeza fue ella quien nos condujo a su lecho a cumplir su obsceno capricho, yo intentaba acomodarme mientras tu buscabas la cama, pero que cama ibas a encontrar si estábamos en el baño de una disco. Bastaba simplemente orillarse al deseo, dejarse rozar por el otro cuerpo, encontrar dos sexos diferentes o nuestro propio cuerpo, después de unas camisetas fuera y un par de prendas íntimas cayendo, todo fue extraviarse entre caricias y besos, experimentar dos cuerpos de distinto genero junto a tu cuerpo, todo fue ahogarse en el manoteo de toques impúdicos, después de ahogarse entre tanta cerveza. El caso es que caímos envueltos en un universo de lujuria, de deseo partido en pedazos, de pasión que exprimió nuestros cuerpos.

Lo que no quedo claro es porque, después de tanta pasión y lujuria desatada por la boca y las manos de nuestra amante de turno, aquella que nos embriago para cometer semejante obscenidad con nuestros cuerpos, se puso a llorar desconsoladamente sentándose en el retrete; tanto él como yo nos quedamos desconcertados, aturdidos, hasta la borrachera se nos pasó, y nos preguntábamos que habíamos hecho mal o si éramos tan malos amantes para ella, no entendíamos que había sucedido, porque ella se había echado a llorar de esa manera, en silencio y despacio yo me iba vistiendo mientras ella lloraba cubriéndose el rostro con ambas manos, él también se vestía, ambos no podíamos entender porque ella se había puesto así; y la situación se había puesto tan incómoda que yo ya estaba a punto salir de ese cubículo del baño mandando todo al cuerno, pero en ese momento, ella levantó la cabeza, y al vernos que nos estábamos vistiendo dejo de cubrirse la cara y toda empapada de llanto y roja de rabia se puso a echarnos a gritos del baño, gritaba descontrolada, nos insultaba y nos pedía que nos fuéramos y en especial a mí me pedía que dejara de verla, quizá pensaba que la estaba mirando con lástima, pero no era así, el caso es que al final entre sollozos la escuche exclamar, “yo quiero a mi Johnny, yo quiero a mi Johnny” y luego sacó de no sé dónde, de no sé qué prenda una foto del mismísimo Johnny Depp autografiada, eso fue lo último que vi, luego ella volvió a gritarnos que nos fuéramos, y asustados, agarrados de la mano, mi amante y yo salimos de aquel lugar.

DE LA SERIE: LOS RELATOS DE ELEONORA
De: Luis c. Torrico