Tú y yo, mi amante perfecto, en los brazos de aquella, caímos embriagados
después de tanta cerveza, y con certeza fue ella quien nos condujo a su lecho a
cumplir su obsceno capricho, yo intentaba acomodarme mientras tu buscabas la
cama, pero que cama ibas a encontrar si estábamos en el baño de una disco.
Bastaba simplemente orillarse al deseo, dejarse rozar por el otro cuerpo,
encontrar dos sexos diferentes o nuestro propio cuerpo, después de unas
camisetas fuera y un par de prendas íntimas cayendo, todo fue extraviarse entre
caricias y besos, experimentar dos cuerpos de distinto genero junto a tu
cuerpo, todo fue ahogarse en el manoteo de toques impúdicos, después de
ahogarse entre tanta cerveza. El caso es que caímos envueltos en un universo de
lujuria, de deseo partido en pedazos, de pasión que exprimió nuestros cuerpos.
Lo que no quedo claro es porque, después de tanta pasión y lujuria
desatada por la boca y las manos de nuestra amante de turno, aquella que nos
embriago para cometer semejante obscenidad con nuestros cuerpos, se puso a
llorar desconsoladamente sentándose en el retrete; tanto él como yo nos
quedamos desconcertados, aturdidos, hasta la borrachera se nos pasó, y nos
preguntábamos que habíamos hecho mal o si éramos tan malos amantes para ella,
no entendíamos que había sucedido, porque ella se había echado a llorar de esa
manera, en silencio y despacio yo me iba vistiendo mientras ella lloraba
cubriéndose el rostro con ambas manos, él también se vestía, ambos no podíamos
entender porque ella se había puesto así; y la situación se había puesto tan incómoda
que yo ya estaba a punto salir de ese cubículo del baño mandando todo al
cuerno, pero en ese momento, ella levantó la cabeza, y al vernos que nos estábamos
vistiendo dejo de cubrirse la cara y toda empapada de llanto y roja de rabia se
puso a echarnos a gritos del baño, gritaba descontrolada, nos insultaba y nos
pedía que nos fuéramos y en especial a mí me pedía que dejara de verla, quizá
pensaba que la estaba mirando con lástima, pero no era así, el caso es que al
final entre sollozos la escuche exclamar, “yo quiero a mi Johnny, yo quiero a
mi Johnny” y luego sacó de no sé dónde, de no sé qué prenda una foto del
mismísimo Johnny Depp autografiada, eso fue lo último que vi, luego ella volvió
a gritarnos que nos fuéramos, y asustados, agarrados de la mano, mi amante y yo
salimos de aquel lugar.
DE LA SERIE: LOS RELATOS DE
ELEONORA
De: Luis c. Torrico
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