lunes, 3 de agosto de 2015

TÚ Y YO, EN LOS BRAZOS DE ELLA


Tú y yo, mi amante perfecto, en los brazos de aquella, caímos embriagados después de tanta cerveza, y con certeza fue ella quien nos condujo a su lecho a cumplir su obsceno capricho, yo intentaba acomodarme mientras tu buscabas la cama, pero que cama ibas a encontrar si estábamos en el baño de una disco. Bastaba simplemente orillarse al deseo, dejarse rozar por el otro cuerpo, encontrar dos sexos diferentes o nuestro propio cuerpo, después de unas camisetas fuera y un par de prendas íntimas cayendo, todo fue extraviarse entre caricias y besos, experimentar dos cuerpos de distinto genero junto a tu cuerpo, todo fue ahogarse en el manoteo de toques impúdicos, después de ahogarse entre tanta cerveza. El caso es que caímos envueltos en un universo de lujuria, de deseo partido en pedazos, de pasión que exprimió nuestros cuerpos.

Lo que no quedo claro es porque, después de tanta pasión y lujuria desatada por la boca y las manos de nuestra amante de turno, aquella que nos embriago para cometer semejante obscenidad con nuestros cuerpos, se puso a llorar desconsoladamente sentándose en el retrete; tanto él como yo nos quedamos desconcertados, aturdidos, hasta la borrachera se nos pasó, y nos preguntábamos que habíamos hecho mal o si éramos tan malos amantes para ella, no entendíamos que había sucedido, porque ella se había echado a llorar de esa manera, en silencio y despacio yo me iba vistiendo mientras ella lloraba cubriéndose el rostro con ambas manos, él también se vestía, ambos no podíamos entender porque ella se había puesto así; y la situación se había puesto tan incómoda que yo ya estaba a punto salir de ese cubículo del baño mandando todo al cuerno, pero en ese momento, ella levantó la cabeza, y al vernos que nos estábamos vistiendo dejo de cubrirse la cara y toda empapada de llanto y roja de rabia se puso a echarnos a gritos del baño, gritaba descontrolada, nos insultaba y nos pedía que nos fuéramos y en especial a mí me pedía que dejara de verla, quizá pensaba que la estaba mirando con lástima, pero no era así, el caso es que al final entre sollozos la escuche exclamar, “yo quiero a mi Johnny, yo quiero a mi Johnny” y luego sacó de no sé dónde, de no sé qué prenda una foto del mismísimo Johnny Depp autografiada, eso fue lo último que vi, luego ella volvió a gritarnos que nos fuéramos, y asustados, agarrados de la mano, mi amante y yo salimos de aquel lugar.

DE LA SERIE: LOS RELATOS DE ELEONORA
De: Luis c. Torrico  

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