viernes, 21 de agosto de 2015

MÍRALE


Mírale, en una puerta deposita su mala gana, y lo critico a él como si fuera un espejo, su pequeño cuerpo me recuerda al mío la última vez que me vi en un espejo, -espejo, espejito, ¿qué estarías haciendo?- seguramente en ese su cuerpo echa alipúses desde el jueves y entrado el fin de semana echa otros líquidos a su organismo acompañados de anfetaminas, y llegado el lunes por la ventana de la madruga echa una cerveza para calmar la verdadera sed, que es desenfrenada como la fe, yo lo haría así, si aún pudiera.

Luego advierto el lunes en sus ojos, con tanta agonía que quiere llorar, así son los lunes, síntoma del lunes es estar agobiado, adormilado y hecho trizas hasta más no poder; con razón descansa sobre una puerta como huérfano sin casa, como pájaro sin árbol, como dueño vagabundo sin mascota. Miro sus ojos y miro el lunes, y veo en el lunes la miseria de la vida, sueño o pesadilla, más miseria que el lunes no puede haber. Y más miseria que escribir sobre el lunes, no puede ser más miserable el desperdicio.

El lunes es un grito miserable, él es un grito miserable, su flojera, su no importismo me producen tristeza, me hace sentir frio en el cuerpo,  me hace navegar sobre mi propia pobre existencia. Saco una cajetilla de cigarros para calentar mi cuerpo, siempre es mejor meditar con un cigarro en las manos, al menos así te convences a ti mismo que lo estás haciendo aunque en realidad estás pensando en otra tontería que no sea tu propia vida. El cigarrillo es un vicio menos inaceptable que pensar, -ahora tengo ganas de beberme un alipús junto a mi cigarrillo- esa enfermedad que se llama vida te llena de deseos más que de vicios, y eso en verdad es lo decepcionante, lo otro es aceptable.

Mírale como mira el suelo, como si buscara en la sombra la silueta de una muchacha de reformatorio de la cual se enamoró perdidamente; esta clase de perturbados en verdad me enferman, parecen tan inocentes, parecen tan serios. En verdad que me enferma y termino aceptando la idea de que en realidad no se parece en nada a mí, excepto en que para olvidarse de su vida y sus decepciones se aferra a un rincón de la puerta.


DE LA SERIE: LOS RELATOS DE GUALDO
De: Luis c. Torrico


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