miércoles, 26 de agosto de 2015

PASO POR ÚLTIMA VEZ POR LAS CALLES DE ESTA CIUDAD RENTADA AL COMERCIO Y A LA VENTA

  
Paso por última vez mis pies por las calles de esta ciudad rentada al comercio y a la venta de cuerpos, de deseos, de soledades, de solidaridades de teletón y todo lo que se pueda vender, ya no cabe la idea de pasar por una calle sin ver un negocio, sea éste pequeño o grande. Y al final ya no nos preguntamos por el nombre de la calle para llegar a un destino sino por los comercios que existen a su alrededor.

Y si paso por un aparador lo que veo son enormes televisores plasma donde veo que la vida privada se ha convertido también en una buena oportunidad para hacer negocio, la masturbación es objeto de debate innecesario y polémica infructuosa, ojos y miradas que critican, oídos más que dispuestos a escuchar la vida ajena, me pregunto si  mi masturbación será expuesta algún día de manera tan lamentable.

Toda mi masturbación va aparecer en las páginas de una revista barata. Y se va a borrar la historia de esta ciudad, ya nadie leerá el pasado de esta ciudad, todos se ocuparan por conocer una masturbación como la mía, los tabloides van a reducir la historia lamentable de mi masturbación a unas cuantas líneas sensacionalistas y así flexibilizaran su cargada agenda periodística.

Los titulares más significativos dirán que la naturaleza es loca, y resumirán la vida en una descarga de emociones, y así desaparecerán la ciudad. Los libros serán manuales para reescribir la vida, te enseñaran como guardar tus recuerdos en saco roto y reinventarte en un género único en el que no caben ambigüedades como hombre o mujer, te mandaran al estilista para sacarte más que los cabellos las ideas, te enseñaran a borrar mil veces tu nombre hasta que quedes hecho un fantasma que vaga por las calles sin nombre, con aparatosas tiendas en las que si te detienes a mirar bien, podrás ver reflejado en el cristal de sus mostradores el fantasma en el que te has convertido. Y miraras pasar otros fantasmas muy parecidos a ti buscando la última moda. Y entonces descubrirás en que ha quedado todo este asunto de la ciudad.

La alucinación

Un día me desperté y me di cuenta que la ciudad había desparecido, quise comentarlo con mi mejor amigo, y me di cuenta que tenía que recurrir al móvil para hacerlo, y que si no compraba crédito no tenía derecho a comentarlo con mi viejo amigo de toda la vida, entonces me quede ahí mismo con todas mis ganas de hacerlo.

Me puse a caminar sin rumbo como siempre lo hago, y pensé que no podía tener una conversación divertida y abierta con mi viejo amigo sin que alguien estuviera guardando los mensajes que estaríamos intercambiando, me detuve, me sentí observado, luego pensé que era algo a lo que ya estaba acostumbrado, mire al cielo, busqué una estrella, lo único que vi se parecía un cometa o más bien un satélite, pensé estar soñando, pero no era así solo estaba imaginando, y luego me pregunte ¿qué sería de mí sin mi imaginación?

Luego seguí caminando, me puse a hablar solo, pensé que era la única manera de que no grabaran lo que estaba diciendo, pero luego me entro la duda, me detuve, mire atrás, mire a todos lados con ojos desconfiados, puse las manos en los bolsillos del pantalón y sin saber que más hacer seguí caminando murmurando secretamente lo que en mi cabeza estaba hablando.

Fin de la alucinación

Solo quería caminar tranquilo con mis manos en los bolsillos, pero de pronto llegaron los grandes aparadores que distraen y la música que sale de las tiendas, me perturbaron esas ruidosas publicidades que aparecen en esas enormes pantallas colgadas en las grandes paredes.

Hay un menú para todo, uno para vestirse, otro para comer, otro para ver la tv y otro para sustituir el amor por el sexo, no puedo negar que este último me pareció el más salvaje. Al llegar a una avenida más o menos vacía y tranquila, recogí un pedazo de papel que al parecer era el retazo de la hoja de un libro de historia que a la letra citaba una fecha histórica de hace muchos siglos atrás, pero como era un retazo solo se podía leer frases cortadas sin acabar, y pensé que en eso había quedado reducida la historia de la ciudad, decidí recoger el papel, ponerlo en mi bolsillo y llevármelo conmigo.

Seguí sin rumbo, tuve miedo de olvidar ese pequeño pedazo de papel que llevaba en el bolsillo o de confundirlo con un pañuelo, tanto miedo me dio hambre. Los menús estaban tan caros que preferí comer con los ojos y no con la boca, bastaba detenerme un par de minutos delante de un aparador para hacer eso.  

Luego de eso seguí mi camino sin ningún rumbo.


DE LA SERIE: LOS RELATOS DE GUALDO
De: Luis c. Torrico

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