viernes, 4 de septiembre de 2015

A CUCHILLO


Voy a meter cuchillo a esta enfermedad para que sea más corta,  voy a acuchillar esta piel para amputar aquello que aqueja, voy a separar con el cuchillo mi vida de esta enfermedad, una extirpación fina de esta piel me dará buenos resultados. La primera puñalada debe ser certera para no desangrarse, ya una vez abierta la herida debe ser posible ver a la enfermedad, de no ser así, debo buscar con la punta del cuchillo entre la piel y el musculo sin llegar a los intestinos, tendré que hacerlo rápido para no sangrar mucho porque de lo contrario perderé el sentido y todo quedara en nada.

La piel rasgada profundamente y el musculo expuesto es el primer indicio para encontrar la enfermedad, todo padecimiento se justifica, todo dolor y todo sufrimiento se hace necesario. La sangre que arda en su propio calor y que caiga a gotas nos abrirá el paso más y más adentro, hasta que se hunda la punta filosa del cuchillo y la sensación del fierro despierte el cuerpo por dentro, la herida es la esperanza para descolgar de este cuerpo: las inclemencias, sañas, fobias, aborrecimientos, repugnancias, todas una sola enfermedad a la vez, una enfermedad ajena pero que aqueja mi cuerpo.

A cuchillo y con la mano temblando, así voy a sacarme este malestar, como una mancha negra entintada de sangre o como una impureza que cuelga como flema desde adentro. Sin miedo me abriré la herida que me ha de enseñar a gritar descomunalmente, y la sangre en la punta del cuchillo me ha de enseñar a ser más fuerte que esta enfermedad, este padecimiento me enseñará, entre otras cosas, a ya no tener miedo.

Porque… ¿Qué sucede cuando la enfermedad te arrebata la vida misma?

Lo que este cuchillo me quite será poco comparado con lo que me ha quitado ya esta enfermedad, más puñaladas he recibido de la vida que de este puñal, las palabras como los sueños suelen tener el filo de un cristal roto que, una vez en tu cuerpo se incrusta, se quiebra y se incrusta aún más.

Ahora sudo intensamente y siento calambres en las manos, me siento ofuscado y aturdido, pero no debo dejar de buscar a la enfermedad para separarla de mi cuerpo, tengo que hundir el cuchillo donde más duele porque ahí está la enfermedad, este mal ha estado doliendo todo este tiempo y tengo que sacármelo. No voy a perder el sentido, no voy a caer, voy a dejar que el cuchillo entre más adentro, no voy a dejar de gritar, voy a conmocionarme pero aun así voy a seguir.

Siento nauseas, siento que la vista se me nubla, me siento débil pero este cuchillo empuñado es toda la fuerza que necesito, este cuchillo es mi fortaleza para seguir y perseguir a la enfermedad que se oculta detrás de mi piel y que se acumula dentro de mi cuerpo, por eso no renunciaré a mi propósito de arrancarla de entre mis entrañas.

Con este dolor incontenible, no voy a reprimirme y voy a gritar, como animal moribundo lleno de dolor voy a quejarme, pero voy a clamar también, y lo voy a hacer a gritos, para que esta enfermedad salga de una vez por todas de mi cuerpo, voy a pedir con furor que se vaya y que al fin me deje vivir en paz, que ya me deje tranquilo.

Y aun cuando la agitación y el dolor hayan gastado todas mis fuerzas, aun así seguiré sacando esta enfermedad de mi cuerpo con este cuchillo empapado de mi sangre, y aun cuando este cuchillo haya gastado su filo en mis entrañas, aun así seguiré desquiciadamente escarbando en mis entrañas.

Desquiciado quizá por la locura que el dolor me produce, arrebatado de mi juicio por encontrar la enfermedad, agobiado y enardecido continuaré desgarrando mi cuerpo a mansalva.

Desgastado por la enfermedad me aproximaré al desfallecimiento, casi moribundo, seguiré gritando y sangrando, cansado, miraré por última vez el cuchillo y le pediré que saque de mí la enfermedad o que se lleve mi cuerpo.


DE LA SERIE: LOS RELATOS DE GUALDO
De: Luis c. Torrico

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