Tengo una botella que
en su etiqueta dice 69, ya esta medio vacía, una parte de su contenido ha ido a
parar a mi estómago y la otra mitad a mi cerebro. Y mi novia se creía que esta
mañana iba a la compra, pues no, agarré su dinero y me fui directo a la
licorería. Ya que el solcito que apenas salía por la mañana no me calentaba
tuve que tomar otra manera de calentarme el cuerpo, aunque fuera por dentro.
Seguramente cuando me
vea regresar con esta botella como vuelto por su dinero, se encogerá de hombros
y se ira tirando la puerta que da afuera del departamento, y es que ella
siempre se pone como una fiera, porque aunque ya me conoce no termina de
entender que yo soy así.
Pero eso no importa,
luego ella vuelve. Lo que no entiende es que tengo unas ganas grandes de vivir;
entre el sillón, las botellas y mis blogs favoritos de Alt Lit, a pesar de que
la quiero y es mi novia, ella es una aburrida, porque no quiere entenderme que
yo quiero vivir, mientras que ella prefiere tener su vida llena de monotonías.
Uno de estos días va a tener que dejarme, ya se lo dije, porque ella no quiere
cambiar su vida, al contrario quiere cambiar la mía y eso no se lo puedo
permitir.
Mi vida es un enredo
interesante, no tengo perro que me ladre, ando sobrio solamente cuando duermo y
me gusta acostarme con ella pero no me gusta ir de compras a la mañana
siguiente, esa vida al estilo marital no me interesa. Mi vida esta predestinada
para algo más importante que eso como para desperdiciarla de ese modo.
Por el momento
colecciono dos cosas: botellas con etiquetas extrañas y noches de extraño
placer con mi novia. Pero luego siento un extraño frío en mi cuerpo, me siento
vacío, una melancolía que no entiendo pero que se mezcla con el frío de la
mañana, y entonces tengo que volver a beber hasta perderme porque solo así dejo
de sentir esa confusión que no entiendo y que hace de mi vida y de la vida de
mi novia una decepción profunda que está terminando en resentimiento mutuo.
DE LA SERIE: LOS RELATOS DE GUALDO
De: Luis c. Torrico
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