Nadie se muere si no
es en invierno. Me lo dijo la abuela que conocí recién ayer, la abuela que
nunca tuve, para conocerla tuve que comer naranjas en la soledad y crecer sin
esperanzas. Un recuerdo inexistente pasa por el pequeño cuerpo para
atormentarlo, es el Parkinson, quizás sea también el reumatismo.
Nada más conmovedor
que una espalda curveada por el peso de los años, la infancia vuelve pero los
recuerdos se borran con arrugas, la piel es una herida abierta permanentemente
con la cual se puede bien sufrir sin resentimientos.
Nunca te vayas
abuela, tu eres el mejor ejemplo de que no he sufrido aun lo suficiente…
DE LA SERIE: LOS RELATOS DE GUALDO
De: Luis c. Torrico
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