Cuentan las
protagonistas de esta historia que, vivieron en el campo y durmieron toda su
vida bajo el mismo techo junto a otros tantos desconocidos, y que las noches
eran frías y el viento pasaba silbando y golpeaba las ventanas. Pasaron toda su
infancia viendo por la ventana como el viento alzaba la tierra seca y la
golpeaba en la ventana hasta dejar el vidrio opaco.
Sus cuerpos desnudos
padecieron juntos en la misma cama. Cuando sentían hambre lo sentían en un sólo
estómago y cuando comían dialogaban y lo hacían muy cerca la una de la otra,
eran dos seres idénticos, cuando una se sentía triste la otra también lloraba y
cuando una se enfermaba la otra también padecía de igual forma.
Calzaban del mismo
número y sólo compraban tres zapatos para ambas, o más bien ocultaban el cuarto
bajo la cama. En las fiestas de su comunidad se hacían presentes con sus tres
zapatos recién comprados y para no caer nunca, bailaban las dos juntas, y
cuando ya estaban cansadas se iban a sentar también las dos juntas.
Regularmente y al
finalizar el día, después de sus hacendosos quehaceres, se iban a acostar y se
contaban cuentos hasta quedar dormidas, soñaban que se iban por caminos
diferentes y entonces despertaban y se regocijaban de que solo era un sueño que
soñaron las dos a la misma vez, y así continuaron sus vidas hasta el final de
sus días, las dos juntas, porque...
…eran siamesas.
DE LA SERIE: LOS RELATOS DE GUALDO
De: Luis c. Torrico
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