DE LA SERIE: LOS RELATOS DE ELEONORA
De: Luis c. Torrico
Una desconocida hace bromas con mi cabello, y a
pesar que se burla y se ríe es dulce conmigo; que se refieran a mí ridiculizándome es
normal, pero que lo hagan con cierta demostración de afecto, eso es novedoso
para mí. Lo cierto es que cada vez que se ríe de mí se rasca la panza, imagino
que le da mucha hambre, o que disfruta tanto el reírse de mí que lo hace hasta
que le duela el estómago.
Pero mientras me está insultando y
ridiculizando en frente de todos, no escucho de su parte ninguna palabra de
odio hacia mí, no escucho ofensas tales como: fea o tonta, desgraciada o
viciosa, floja o mal vestida, insultos que estoy acostumbrada escuchar a
diario. Más al contrario, a pesar que sus palabras me golpean, en cada una de
ellas percibo una cierta melodía que hace que me concentre en su boca y en ese
sonido tan amable al referirse a mí. Nunca las ofensas me habían parecido tan
dulces, y es que esta desconocida despierta en mí ciertos afectos que ya había
olvidado de tanto guardármelos.
Aunque sean puras ofensas o puras burlas
percibo dulzura en cómo me las dice, y el hecho de que termine riéndose me hace
pensar que no hubo ninguna mala fe de su parte, además hay que tomar en cuenta que
es una enferma mental y que deambula en las calles sin rumbo, ni hogar, ni
destino. En su locura, esta mujer me encuentra cierta gracia, quizá me
encuentre rara o desgreñada pero eso no le causa indignación sino más bien
risa, mi aspecto no le causa ninguna decepción o vergüenza; no le causo pena,
no le provoco desprecio con mi manera de ser, para esta mujer no soy motivo
para mantenerme escondida, más al contrario, expone con gracia todos mis
defectos o mis rarezas, por lo menos a esta desconocida le alegra mi presencia.
Como quisiera que esta desconocida fuera mi
madre…
Siempre habrá alguien a quien le alegre nuestra presencia...
ResponderEliminar